miércoles, 6 de septiembre de 2017

Paul Auster describe la degradación del trato al inmigrante en Estados Unidos

En su nueva novela, 4321, habla del deterioro de la convivencia en su país natal

Nos asomamos al abismo del enfrentamiento peor aun que en la Guerra de Secesión, alerta
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Paul Auster y la periodista española Marta Fernández, ayer, durante un encuentro con lectores en MadridFoto Armando Tejeda
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de septiembre de 2017, p. 4
Madrid.
El escritor estadunidense Paul Auster entiende que muchos artistas y personas, entre los que se incluye, estén asqueados de la política, hartos y desesperados de ver cómo se deteriora la convivencia en un país que se forjó gracias a las migraciones en el siglo XX.
Auster acaba de publicar su novela más reciente, 4321 (Seix-Barral), en la que habla de la historia del país que recibió a sus abuelos y sus padres –inmigrantes judíos que huían de la Polonia asediada por el nazismo– y que ahora, desde el gobierno y desde la presidencia de Donald Trump, se alienta el racismo y se fomenta la división y el enfrentamiento peor que durante la Guerra Civil, dijo Auster, entre otros motivos, porque Trump es un hombre furioso y resentido, un maniaco ignorante que representa un peligro para el mundo.
Tensión racial y encono
Auster, de 70 años, mantiene intacto su sentido del humor y su hambre por conocer y reír. Aunque llevaba una larga temporada lejos de su máquina de escribir, de sus rincones secretos en la ciudad de los rascacielos, de sus libros y del espacio donde se sienta a crear historias que después cautivan a millones de personas en el mundo, habla con serenidad del Apocalipsis que vive su país, de la tórrida deriva totalitaria que ha expuesto ante el mundo la tensión racial y el encono en una sociedad la cual parecía que tenía restañadas esas heridas históricas.
El autor escribió su novela más reciente después de siete años de silencio, en los que estuvo absorto no sólo en la escritura de una historia que lo llevó a recorrer de nuevo, pero ahora como observador literario, la trágica y maravillosa historia del siglo XX en su país, Estados Unidos, en una época en la que se entrelazaron personajes e historias que han marcado el devenir de la civilización.
Mientras escribía de Martin Luther King, J.F. Kennedy o de la honda tragedia de la guerra de Vietnam, también asistió entre perplejo, absorto y frustrado a la implosión de un país furioso, que seguía con ceguera a un hombre resentido y violento que alienta desde su administración la división en un país que se asoma al abismo del enfrentamiento y el encono, peor aun que durante la Guerra de Secesión.
Paul Auster, consciente de que su voz se ha hecho universal, reconoció en un encuentro con los lectores en la Fundación Telefónica que entiende que haya cada vez más artistas, escritores, intelectuales, filósofos, creadores en su país que estén asqueados de la política, que no deseen mirar hacia Washington para ver cómo desde la administración actual se alienta de nuevo el racismo y la segregación.
Y se cuestionó: ¿por qué en Estados Unidos no tenemos un museo de la esclavitud, como sí lo hay del Holocausto?

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