miércoles, 27 de noviembre de 2013

Periodistas, cuando al escribir les va la vida

Manuel Fuentes Muñiz
27/Nov/201300:00 HRS

                

Desde que era preparatoriano me gustó armar periódicos murales para difundir los problemas que vivíamos a inicios de los años setentas. Con la complicidad de mi hermano Arturo armamos nuestro primer periódico al que llamamos Reflexiónalo. Recuerdo con emoción cuando observábamos a lo lejos a nuestros compañeros estudiantes y profesores de la querida prepa 9 acercarse a leer nuestro periódico.
Era algo indescriptible conocer la fuerza de la palabra escrita. Eran recortes periodísticos acompañados de frases cortas que retrataban la pobreza de aquellos años. Murales de papel que pegábamos a hurtadillas para evitar que personal de vigilancia nos los quitará. Era adrenalina pura que como jóvenes experimentábamos al empezar a escribir en horas de desvelo.
Desde siempre quise conocer a los periodistas en persona. Los conocí primero en papel. A mi padre le gustaba comprar el periódico Novedades ya desaparecido y cuando lo dejaba por allí, en el primer descuido lo tomaba. Recuerdo que cuando empecé a leerlo y después otros medios, algunos de esos artículos y reportajes tenían una capacidad extraña de atraparme. Me preguntaba ¿Quiénes serán esos periodistas que me hacían sentir y estar con otras personas y en tan distantes lugares? Sentía que eran una especie de magos.
En 1984 cuando empecé a escribir en el diario UnomásUno pude conocer a esos periodistas en persona, eran más que papel y tinta. No sabía que tuvieran tantos problemas. De ellos apenas si se escribía. Eran seres inexistentes pero a través de organizaciones como la Unión de Periodistas Democráticos, la famosa UPD, se daba la pelea para tener derecho a un salario mínimo profesional y mejores condiciones de trabajo.
Desde aquellos años se pedía incluir un capítulo especial en la ley federal del trabajo que reconociera el trabajo de los periodistas. Pero los diputados decían que eso era muy difícil porque afectaba muchos intereses; hasta la fecha.
Todos estos recuerdos me vienen a la memoria por el reciente encuentro, realizado entre el 31 de octubre y 2 de noviembre pasado en la ciudad de México, que conjuntó a 150 trabajadores de la comunicación de 26 estados de la república convocados por la Casa de los Derechos de Periodistas.
La mayoría en ese encuentro expresó quejas de bajos salarios, inestabilidad laboral, limitadas prestaciones sociales, una persecución y un acoso constante, principalmente de quienes laboran en los estados de la republica. Una persecución de verdad.
Uno de los asistentes al encuentro me decía que entendió su oficio cuando escribir ponía en riesgo la vida misma. -Cuando un compañero tuyo ha sido levantado y después aparece muerto lleno de tiros en el cuerpo, es en ese momento, cuando sabes lo que es ser un periodista.
Cuando la palabra se convierte en un conjuro, en una molestia insoportable que mueve a los poderosos afectados, que los lleva a asesinar a un informador. Como un escarmiento para los demás.
Desde el año 2000 hasta junio de 2013, según datos de la Casa de los Derechos de Periodistas, han sido asesinados 84 comunicadores y el 90 por ciento de esas agresiones, no están aclaradas.
En ese encuentro se escucharon quejas de la incapacidad de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la libertad de expresión de la Procuraduría General de Justicia y del Mecanismo de Protección para personas defensoras de derechos humanos y periodistas de la Secretaría de Gobernación y de los gobiernos de los estados.
Acusaron que en tan solo 10 meses de 2013 el gremio periodístico ha sufrido 250 agravios y en cinco de ellos han sido asesinatos a mansalva: de Jaime Guadalupe González Domínguez en Chihuahua, de Alonso de la Colina Noriega en Puebla, de Daniel Alejandro Martínez Bazaldúa en Coahuila, de Mario Ricardo Chávez Jorge en Tamaulipas y de Alberto López Bello en Oaxaca.
Me impactó el saber de la existencia en el país de “zonas de silencio” y autocensura impuesta por la violencia, amenazas y todo tipo de agresiones. Cuando un periodista tiene que ahogar sus palabras que contienen descripción de hechos que tiene que silenciar a fuerza de miedo, para que el silenciado no sea él.
Una historia al revés, de cuando imaginaba a los periodistas en mis andanzas de preparatoriano como seres mágicos, a los que en realidad escribir les va la vida de por medio.
Es la burocracia, escasez y bajo rendimiento profesional de instituciones que se han creado por reclamos de organizaciones de derechos humanos y gremios de periodistas y que con el tiempo han sucumbido ante la ineficacia gubernamental.

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