miércoles, 7 de marzo de 2012

La renuncia de Olmos

LUIS FERNANDO SALAZAR WOOLFOLK

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El mal desempeño de Eduardo Olmos Castro como presidente municipal de Torreón, ha dado origen a una demanda ciudadana que pide su renuncia.

La exigencia hecha por Organizaciones No Gubernamentales de la sociedad, se justifica bajo el principio válido frente a cualquier funcionario público, según el cual si no puede con el cargo que lo deje, y en el caso el Municipio de Torreón sufre un pésimo gobierno cuya incapacidad generalizada, afecta todos los rubros de su administración.

El problema viene de una falla de origen. El fenómeno Olmos no tiene existencia ni esencia ni desempeño propios, porque es parte del sistema Moreira que ha sentado sus reales en Coahuila, por lo que la renuncia o la permanencia de Olmos Castro es irrelevante.

Basta imaginar lo que pasaría si el alcalde renuncia. El Congreso de Coahuila de mayoría priista designaría sustituto bajo la voz de su amo, y de la pléyade de estrellas que adornan el firmamento moreirista surgiría el nuevo sol. Miguel Riquelme, Salvador Hernández Vélez o cualquier tragafuegos de los que abundan en los cruceros viales de la ciudad vendrían al relevo, porque para tal sistema la función hace al órgano.

La situación crítica de Torreón es parte de un desastre mayor. Con el dinero sustraído del erario estatal, que explica la megadeuda que agobia las finanzas de Coahuila, nuestra ciudad fue tomada por un grupo político ajeno a nuestra comunidad. Los priistas tradicionales locales fueron sometidos y sustituidos por arribistas; el panismo sucumbió a la infiltración y Moreira socavó el gobierno de José Ángel Pérez, sin importar que en la maniobra se llevara entre las patas la paz y el bienestar de los ciudadanos, todo ello como parte de una guerra de conquista cuyos resultados están a la vista.

Por eso la administración de Olmos no da una. El propio sistema tiene instalados diversos polos de poder en el tesorero Chávez Rossique, el contralor Lauro Villarreal, etcétera, que mantienen hundida a la administración en conflictos de toda índole.

En el plano político el gobierno municipal es una nulidad, el sistema Moreira recrea el viejo sistema de partido de Estado en el que el gobernador es señor feudal de horca y cuchillo. Respecto a los gobernados el concepto "la gente" se pone por encima de la persona, y el ciudadano pensante es sustituido por un objeto pasivo colectivo, fácilmente manipulable y eventualmente desechable.

En lo financiero la administración es una piñata a la que se le da de palos para llevar recursos al gasto político y de paso a los propios bolsillos. A ello se debe el ambiente de opacidad administrativa y el aumento desmedido de una deuda propia del Municipio.

Con el dinero a manos llenas de la megadeuda estatal, gastado en la aplanadora clientelar y el control del Instituto Estatal Electoral, el sistema Moreira arrebató a los torreonenses su derecho a darse su propio gobierno, para colocar un ayuntamiento títere que en su mayoría carece de raigambre social y de peso específico.

Este fenómeno encuentra su expresión física en la demolición del palacio municipal, que ha llevado a una dispersión que sitúa las oficinas del alcalde a dos kilómetros del asiento del cabildo y desparrama las dependencias por toda la ciudad. El edificio de la Presidencia en construcción, elefante blanco ni deseado ni pedido por los torreonenses, pesa cual losa de concreto sobre las espaldas de los causantes, y se exhibe como monumento indecente al dispendio y a la ineficiencia burocrática, por los adoradores de un estado que se fortalece a costa de la debilidad de la sociedad.

El ganador de la solicitud de renuncia de Eduardo Olmos es Rubén Moreira. Por un momento el conflicto distrae la atención de los ciudadanos de Torreón del verdadero cáncer que significa el sistema PRI Moreira y permite al gobernador asomar la cabeza por estos lares aunque sin oficio ni beneficio. La terrible crisis de seguridad, endeudamiento y falta de obra y servicios públicos en nuestra ciudad no es la causa del mal, sino su síntoma y consecuencia.

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