lunes, 26 de marzo de 2012

La Iglesia de Ratzinger, estancada

EL PAPA LLEGÓ PARA QUEDARSE


Controversial y autoritario, enemigo de los signos del progreso en el seno de la religión, Benedicto XVI no debió llegar a la cúpula del Vaticano. Esta es la opinión de Marco Politi, autor del libro ‘Crisis de un papado’. En entrevista exclusiva con Proceso, el vaticanólogo italiano considera que la jerarquía católica eligió a Ratzinger porque creyó que sería un pontífice ‘transitorio’...

domingo, 25 de marzo de 2012


MILÁN, ITALIA (Apro).- Joseph Ratzinger es un hombre autoritario en extremo, conservador y contradictorio, y además carece del liderazgo que se requiere para realizar las grandes reformas que necesita la Iglesia católica, considera el vaticanista italiano Marco Politi.

Reconocido como uno de los mayores expertos en cuestiones vaticanas, Politi analiza la figura de Joseph Ratzinger en su libro más reciente: "Crisis de un papado". Considera que aquél no debió convertirse en Papa debido a su personalidad, que incluso ahora, luego de casi siete años como jefe máximo de la Iglesia católica, sigue polarizando opiniones dentro y fuera del Vaticano. La jerarquía religiosa, dice, veía a Ratzinger como un pontífice de corta duración.

"La idea del papado de transición —detalla Politi— flotaba en el ambiente desde el inicio porque se pensaba que iba a ser un papado breve. Una parte del Vaticano veía este hecho con buenos ojos porque significaba un respiro para las fuerzas más conservadoras, luego de la política desplegada por Juan Pablo II que abarcaba lo mismo un mea culpa por los horrores desatados en la Iglesia por clérigos pedófilos que sus encuentros con los líderes comunistas (Mijail Gorbachov y Fidel Castro), su oposición a la guerra de Irak y haber sido el primer Papa que se reunió con los líderes de todas las religiones".

En entrevista con Proceso, Politi señala que la personalidad de Ratzinger es la causante de que su papado enfrente el mayor número de problemas en los últimos 100 años.

Explica: "En condiciones normales jamás hubiera obtenido los dos tercios de votos necesarios para ser electo; sin embargo, el 19 de abril de 2005, después de una elección que se cuenta entre las más rápidas del último siglo, el alemán se asomó sonriente en punto de las 18:45 por una ventana de la Logia de las Bendiciones. Así comenzaba el reino de Benedicto XVI".

Desde que en 1981 Ratzinger se hizo cargo de la Congregación de la Doctrina de la Fe, a los 54 años, no sólo se empeñó en la lucha contra el comunismo, sino que se dedicó a demoler la Teología de la Liberación, para lo cual marginó a los cardenales más progresistas y liberales. Así le ocurrió al brasileño Aloísio Lorscheider, quien en esa época era considerado el "patrón" del colegio cardenalicio.

Durante muchos años, destaca Politi, el cardenal Ratzinger trabajó sistemáticamente en contra de los teólogos de la liberación, los obispos, las revistas, los centros de estudio, los organismos religiosos y todo aquello que se relacionara con esta corriente.

La aversión intelectual del prelado hacia cualquier cosa que oliera a marxismo se manifestó en el cónclave del 16 de octubre de 1978, cuando Juan Pablo II fue coronado sumo pontífice de la Iglesia católica. Una semana antes, Ratzinger otorgó una entrevista a la revista alemana Frankfurter Allgemeine Zeitung. En ella mencionó que había una presión de fuerzas de izquierda sobre los cardenales electores.

"En su lucha sin cuartel contra la Teología de la Liberación, Ratzinger llega a remover el antiguo principio católico que legitima la revuelta contra los tiranos; un principio relanzado por Pablo VI en la encíclica Populorum progressio, de 1967, que no excluye la rebelión ‘en el caso de una tiranía evidente y prolongada, que atente gravemente contra los derechos fundamentales de las personas y dañe en modo peligroso el bien común del país’".

ERUDITO

A Benedicto XVI debe reconocérsele que es un gran estudioso. Jamás ha interrumpido ni abandonado sus estudios de filosofía y teología. En muchas ocasiones, ya como Papa, los ha privilegiado por encima de otras cuestiones.

Ratzinger llegó al papado a los 78 años y con una salud muy endeble. Vive sujeto a una estricta disciplina de cuidados y está muy atento a sus problemas del corazón. Nunca olvida tomar sus medicamentos, y es muy riguroso con las pausas de reposo durante sus jornadas cotidianas.

"Se despierta a las 6 de la mañana y a las 7 acude a una misa privada. De las 8:30 a las 11:00 trabaja en su estudio y de las 11:00 a las 12:30 da audiencias. Come solo a las 13:15 y se retira a reposar. De las 15:00 a las 16:00 trabaja en sus libros. A las 16:15 llega el momento infaltable del paseo cotidiano de media hora en los jardines vaticanos y que a veces se alarga hasta las 17 horas". Esta es, según Politi, una jornada en la vida de Benedicto XVI, de quien se sabe que ama tocar el piano.

Por la tarde, dice el vaticanista, estudia las prácticas, prepara las homilías y se reúne con algunos jefes de las curias. A las 19:30 cena y a las 20:00 horas ve un poco de televisión: el noticiero del Tg1. Después de cenar nunca trabaja. Escucha música, lee y reza. Alrededor de las 21:15 se despide de su secretario particular (Georg Gänswein) y de la pequeñísima familia pontificia conformada por cuatro mujeres de la asociación laica Memores Domini, para después retirarse a sus aposentos.

"Juan Pablo II siempre tenía personas para desayunar o comer, lo cual significa que en un año se encontraba con más de 300 personas, además de su staff. Se reunía con obispos, intelectuales, gobernantes, embajadores, gente simple... a diferencia de Benedicto XVI, que se reúne sólo con sus allegados.

"Estas reuniones le daban a Juan Pablo II el pulso de la situación internacional que obviamente Benedicto XVI no tiene porque, por su edad, por cansancio, su salud no puede seguir los ritmos que tenía su predecesor. Eso se ve por ejemplo en los encuentros que tiene cada vez que va a una misión, donde se reúne sólo con un nuncio al inicio y con otro al final", remarca Politi.

No obstante, sostiene, Ratzinger canaliza su energía al trabajo intelectual. Buena parte de su tiempo lo dedica a sus trabajos científicos para escribir libros sobre Jesús. "Pero una cosa es hacer un estudio sobre los problemas y otro muy diferente es saber intervenir en los problemas de la Iglesia. Escribir sobre Jesús no es fácil, pero significa que mucha parte de su cabeza está ocupada en otras cosas".

INCENDIARIO

Desde que llegó al papado Ratzinger ha escrito discursos que crean polémica. En el que pronunció el 7 de mayo de 2005 en la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma, proclamó por primera vez la "inviolabilidad de la vida humana desde la concepción, hasta la muerte natural".

El 30 de mayo de ese mismo año, en reunión con los obispos italianos, ordenó salvaguardar la institución matrimonial, "la maravillosa realidad del matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer", planteó al año siguiente en Valencia, durante el encuentro mundial de las familias.

A lo largo de su papado se ha manifestado contra la fecundación asistida, el implante de embriones, la unión civil, el reconocimiento de las parejas homosexuales y el testamento biológico (voluntad de una persona acerca de elecciones terapéuticas al final de su vida). También ha censurado a quienes luchan por elegir métodos contraceptivos distintos de la abstinencia, así como a los defensores de la eutanasia.

Pese a las críticas que ha recibido por su posición sobre la vida humana, quizá uno de los momentos más controversiales de su papado fue el que él mismo ocasionó el 12 de septiembre de 2006, cuando en una gira por Alemania su equipo dio a conocer el discurso que él leería a las 5 de la tarde en la Universidad de Ratisbona.

"Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas y deshumanas, como su orden de difundir por medio de la espada la fe que ellos predican", decía una parte de la alocución de Benedicto XVI; pero no eran palabras propias, sino que citaba un diálogo realizado 600 años atrás entre el emperador bizantino Manuel II Paleólogo y un persa de fe musulmana.

Politi explica que en ese discurso el Papa debía hacer explícito que no compartía esas palabras —parecía que las aceptaba—, sobre todo cuando el contexto internacional de ese momento estaba atravesando el quinto año de guerra con Afganistán, habían pasado apenas tres años de la invasión en Irak y el terrorismo de Al Qaeda llevaba al menos 10 años causando estragos.

Politi recuerda que a pesar de que los periodistas alertaron al vocero de la Santa Sede acerca del discurso papal, no sirvió de nada. Al momento de hablar en la Universidad de Ratisbona, Ratzinger no cambió su alocución, y al hablar de Mahoma precisó: "la violencia está en contra de la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma… A Dios no le agrada la sangre".

Los mensajes que dieron la vuelta al mundo fueron: "Mahoma ha difundido la religión con la violencia. Mahoma predicaba la tolerancia cuando se sentía débil y a Dios no le gusta la sangre".

Inmediatamente la cadena de televisión Al Jazzera difundió la noticia: "El Papa critica al Islam y cita una ofensa al Profeta". La furia estalló en Indonesia, Marruecos, Egipto, Afganistán e Irak, donde la masa enardecida comenzó a ocupar las plazas y las iglesias católicas comenzaron a ser asaltadas o incendiadas.

"En una hora de discurso en Ratisbona, Ratzinger había acabado con 20 años de política wojtyliana frente al Islam, cuando Juan Pablo II en cualquier parte del mundo musulmán repetía sin cesar la existencia de un único Dios que unía a los hijos de Abraham", escribe Politi.

Cinco días después, el 17 de septiembre, en su discurso del Ángelus dijo que estaba triste y que su discurso de Alemania no reflejaba su pensamiento.

La tensión con los musulmanes era tan grande que la entonces jefa de la diplomacia estadunidense, Condoleezza Rice y el mismo George Bush, tuvieron que intervenir para respaldar las disculpas, que el Papa hizo a destiempo.

‘MEA CULPA’

Si bien es cierto que Benedicto XVI ha sido el jerarca que ha enfrentado con mayor fuerza el problema de los innumerables casos de sacerdotes pederastas en el seno de la Iglesia católica, lo hizo porque no le quedaba otra opción.

En los años noventa comenzaron a darse a conocer los abusos sexuales en contra de niños por parte de clérigos católicos; no obstante, más tarde las denuncias se generalizaron y aparecieron víctimas en todos los continentes.

En febrero de 2008, durante la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Sidney, Australia, Ratzinger precisó que "los responsables de estos males debían ser llevados ante la justicia".

Desde que se convirtió en Papa, Ratzinger se ocupó del tema de los abusos sexuales perpetrados por clérigos católicos en Irlanda. Para ello se reunió con los obispos irlandeses, primero en octubre de 2006 y luego en diciembre de 2009, un mes después de que se diera a conocer el Reporte Murphy "que en 720 páginas documenta 320 casos de abusos por parte de 46 sacerdotes de la Arquidiócesis de Dublín cometidos entre 1975 y 2004", registra Politi en su libro.

Antes del Reporte Murphy, en mayo de 2009, apareció el Reporte Ryan, una investigación de nueve años sobre otros casos de abusos sexuales contra menores (se habla de más de mil); sin embargo, ninguna de estas dos investigaciones recibió la atención que las víctimas esperaban.

Al inicio de 2010 los escándalos surgieron en Alemania y la atención se fijó en los Ratzinger —Joseph y su hermano Georg— debido a que ambos oficiaban en ese país cuando ocurrieron los hechos denunciados.

Fue el mismo Joseph Ratzinger, quien desde 2001, como responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y bajo la presión de los escándalos registrados y verificados en Estados Unidos, comenzó a promover una línea de mayor rigor contra los casos de pederastas. No obstante, evitó eliminar la norma relativa al secreto, con lo cual se impide que los culpables puedan ser procesados y juzgados bajo las leyes civiles. Su mayor castigo es ser amonestados por la Iglesia.

El 19 de marzo de 2010 desde el Vaticano se difundió La carta a los católicos de Irlanda que, según Politi, es uno de los documentos más significativos del actual pontificado.

"Con un mea culpa, Ratzinger confiesa los graves pecados de la Iglesia y al máximo nivel asume las responsabilidades de las infamias cometidas por el clero".

"Las víctimas —escribe y admite Benedicto XVI— han sido envueltas en el muro de silencio, porque en primer plano ha sido colocada una preocupación fuera de lugar para el buen nombre de la Iglesia y para evitar escándalos, aunque cuando fueron lo suficientemente valientes para denunciar (refiriéndose a las víctimas) ninguno los escuchó".
CYNTHIA RODRÍGUEZ

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