lunes, 24 de octubre de 2011

Aprendí que no puedo cambiar el mundo con una estúpida película



Bela Tarr presentó El caballo de Turín en Morelia; también se exhibirá en la muestra de la Cineteca


Voy a abrir una escuela y me convertiré en productor para proteger a algunos cineastas jóvenes de esta industria de mierda, que siempre está ordenando a los directores qué hacer

Jorge Caballero

Periódico La Jornada
Lunes 24 de octubre de 2011, p. a17

Podrían haber hecho miles de cosas y vinieron aquí para ver una película en blanco y negro, larga, aburrida y gélida, agradeció el director húngaro Bela Tarr, referente del cine mundial, antes de la proyección de su reciente filme El caballo de Turín, en el Festival Internacional de Cine de Morelia, recientemente concluido. La cinta también será exhibida en la próxima Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional.

Los profundos ojos verdes del realizador transmiten una calma casi mágica, sensación que se reafirma cuando deja escuchar, en entrevista, su voz cavernosa y flemática.

–¿Cuál es el significado de Dios y Nietzsche en su cinta?

–Estoy de acuerdo con Nietzsche, él comienza Así hablaba Zaratustra con las palabras Dios ha muerto. Creo en las personas, pero, como todo el mundo, no tengo muchas razones para creer, pero aún así lo hago, de cualquier forma. En El caballo de Turin no queríamos hablar de grandes pecados, simplemente queríamos decir ¡al demonio!, esta vida se vive por día, y claro que al momento de la muerte el mundo termina, así que la película muestra en estos seis días cómo la vas perdiendo día a día. Éste es el tema de la película, no Dios, porque si se cree en él o no, no importa: uno se va a morir. Ése es el principal problema y lo que sucede en ese periodo que llamamos vida. Si se tiene la capacidad de hacer algo y no se tuvo la oportunidad de realizarlo, debido a la sociedad o a las propias condiciones o algo que bloquea, al final no se estará satisfecho por lo que se quería hacer o de lo que se era capaz. Muestro mi cine para hacer a las personas más fuertes, no más débiles.

Opositor al sistema

“Me volví cineasta porque era la época comunista y yo era un opositor fuerte al sistema. Era muy joven y me dijeron que en Hungría no podía ser estudiante, así que me volví jornalero, después trabajé en una fábrica... Hubo un momento en que quise ser filósofo; era joven, tenía 17 años, pero todo eso ya no importa porque ahora esto es lo que hago.

“Cuando se hace una película es como si se tuviera un perro. Si se quiere vender los cachorros y los llevas a una exposición, puedes duplicar el precio y eso está sucediendo con las películas: llevas tus películas a Cannes, a Berlín, a Venecia o aquí, y tienes que elegir a cuáles de los miles de festivales que hay llevar tu película, pero a nivel personal. Yo ya no voy a festivales, sólo si hay una razón poderosa, porque ya no tengo tanto tiempo de vida y no la quiero perder en aeropuertos, restaurantes y aviones.

–¿Qué nos puede decir de las historias que filma?

–No tengo historias, no las persigo. Siempre he pensado que cuando se hace una película es porque proviene de otra, y cinta tras cinta se encuentran nuevos problemas; uno se reúne con gente nueva y nunca se sabe cuándo llegará algo que inspire y simplemente, cuando se encuentra algo nuevo, iimpulsa a realizar otra película; no es un asunto de decir voy a hacer esto y luego lo otro, simplemente llega y uno reacciona.

–¿Cómo ve su cine? ¿Como acto de resistencia?

–No pienso en eso, no es mi trabajo. Hago las películas y algunas veces platico de ellas con las personas, pero las cosas no me importan, a pesar de que pueden ser importantes: me siento feliz cuando una de mis películas se muestra en China, Rusia, Estados Unidos, Japón y aquí porque mucha gente puede verlas... imagínate hacer una cosa del lado opuesto del mundo y que se interesen por esta estupidez; eso es un gran honor, pero ya no soy más opositor. Sigo teniendo el mismo enojo y sensibilidad social, pero tuve que aprender que no puedo cambiar el mundo con un estúpida película, que no puedo cambiarlo yo solo y, cuando la gente quiere cambiar al mundo, el mundo cambia. Y no quiero decir ésta es la forma correcta o ve hacia allá o haz esto para ser feliz y libre o rico y estarás lleno de dignidad. Tú eres la receta, tú eres quien tiene que hacerlo.
“No pienso en si he aportado algo al cine, simplemente las veo como películas, películas donde puedes ver personas y cómo se hablan con los ojos unos a otros, cómo aman y pelean por la vida... cómo mueren. Cuando te enfrentas con la realidad, ahí no eres un cinerrealizador: eres otro ser humano que quiere entender y necesitas empatía para entender a la otra persona, porque tú eres un poco él o ella. A mí no me importa la parte de filmar ni la fama, sólo el impulso de compartir lo que veo, lo demás no me importa... lo mejor de todo es que aquí en Morelia están proyectando mi primera película, que se hizo hace 34 años, y la gente joven la está viendo. Nada importa cuando ves a estas personas viendo a otras personas en la pantalla; después de eso no hay nada.

–¿Cuál es su opinión acerca de la tecnología en el cine, cuando usted hace cine ortodoxo?

–Cuando muestro algo, lo que quiero es que sea más eterno y universal, no escuchar las estupideces diarias de la bolsa de valores. A mí qué me importa qué está pasando en el área del espectáculo... en realidad no consumo nada de eso y cuando me entero lo tengo que tirar a la basura porque salen con algo nuevo a diario con las tecnologías; hay que concentrarse en las cosas primordiales, y eso se da entre dos personas. Odio la comida rápida, las hamburguesas; prefiero algo que cocinen en casa, una cena familiar, estar juntos, sentir la personalidad de alguien; poder sentir el amor de una madre, que cocina para su familia con el corazón. Es lo mismo: hago una película a mano para el público con el corazón, lo demás no me importa.

Libertad

–¿Es cierto que desea abandonar el cine?

–No lo abandono, sólo que no quiero hacer películas. Voy a abrir una escuela de cine en Croacia, quiero producir para proteger a algunos cineastas jóvenes que son tímidos, inexpertos o débiles y necesitan alguien que los proteja de esta industria de mierda del cine, que siempre está atacando a los directores y ordenándoles qué hacer. Como productor se puede tener libertad para decir a los banqueros y a otros estúpidos que se relajen. Ése será mi trabajo como productor: escuchar al director, salvarlo y proteger sus sentimientos.

–Respecto de su voz, ¿en algún momento de la vida pensó seriamente en dedicarse a cantar rock?

–No, no sé cantar. No podría ser cantante de rock ni de pop, ni de blues.

En el FICM se proyectaron varias de las cintas clásicas de Bela Tarr, como Family Nest (1979), Werckmeister harmóniák (2000) y Sátátangó (1994), con duración de 450 minutos, con la cual ganó el premio Caligari en Berlín.

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