sábado, 25 de septiembre de 2010

Narco y periodismo

Diego Petersen Farah


El ejercicio del periodismo en el Norte del país se convirtió en una profesión de alto riesgo: el comercio, el transporte, la medicina, la agricultura, también. No es, pues, una escalada de violencia contra periodistas, sino de una escalada de violencia generalizada donde los periodistas, como el resto de la sociedad, han perdido las garantías mínimas para el ejercicio de su profesión. No se trata de minimizar la violencia contra los periodistas, sino de entenderla. El grito desesperado de El Diario de Ciudad Juárez la semana pasada, más allá de sus aspectos puntuales muy discutibles, y ya muy discutidos, puso sobre la mesa un tema que los mismos periodistas, sea por mezquindad, temor o inconsciencia, hemos evadido: cuál es nuestro papel en este escenario.

Una de las novedades a la que nos estamos enfrentando es que los narcos de nueva generación sí entienden y sí quieren juego mediático. Saben que parte del control de una plaza es el control de los medios de comunicación. En Torreón, los narcos les leyeron a los reporteros el “manual de estilo”, las normas con las que querían que se comportaran los medios en la cobertura del tema del narcotráfico. En Monterrey ha sido a granadazos como han ido mandando los mensajes a los medios de comunicación y hay “voceros” del narco que hablan a los medios para tratar de encausar una nota, tal como lo hacen los jefes de prensa de los gobiernos y de los políticos. En Juárez, El Diario, de plano prefirió pedir línea a “las autoridades de facto” antes de seguir perdiendo miembros de su redacción. No apeló a la protección del Estado, sino a la clemencia de los narcos.

En esta crisis, los medios terminamos atrapados en nuestro propio juego. Si bien es cierto que no podemos dejar de publicar los sucesos de violencia generados por el narco, también es cierto que somos nosotros quienes definimos el volumen y la intensidad. Las notas más leídas en todos los portales de internet son las relacionadas con futbol, farándula y violencia, y si además hay saña en el asesinato, más. Un descabezado genera diez o quince veces más tráfico que cualquier destape de un político o discusión del IVA en el Congreso. Los medios decidimos que la parte importante de guerra contra narco es la violencia callejera y poco a poco hemos ido aumentando la espiral de violencia sin que la decisión haya pasado por ningún otro tamiz que no sea velocidad y la generación de audiencia.

Las condiciones de ejercicio del periodismo se han hecho, y las hemos hecho cada vez más complejas y peligrosas. El papel del Estado no es resolver el problema particular de un gremio; tiene que protegernos a todos: la libertad de expresión de todos, la libertad de tránsito de todos, la seguridad de todos. Cómo actuar en este contexto para protegernos sin dejar de informar, y cómo debemos cubrir los asuntos de narcotráfico es el tema que tenemos que abordar los periodistas y los medios de comunicación.

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