domingo, 13 de junio de 2010

Futbol

Néstor de Buen


Escribo el jueves por la noche, por tanto, antes de que se dé inicio a la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010. Por cierto, me temo que no voy a poder ver la totalidad del primer partido: tontamente formalicé una cita a las diez y media de la mañana, y si bien me va, veré nada más el primer tiempo.

Yo creo que siempre he sido aficionado al futbol. Sin embargo, las posibilidades de practicarlo en España cuando era pequeño, durante la Guerra Civil, fueron escasas. En Francia no, por lo menos en el invierno de 1939, ya estallada la guerra, en París jugábamos en campos nevados. Algún compañero del liceo tenía la buena puntada de llevar un termo con vino caliente, lo que me pareció absurdo hasta que lo probé. ¡Maravilloso remedio contra el frío!

En México, durante el bachillerato, que cursé en el Instituto Luis Vives, jugábamos durante el recreo, de manera nada formal.

Cuando ingresé a las Juventudes Socialistas Unificadas, organización política española fundada durante la guerra por Santiago Carrillo como mecanismo de proselitismo, organicé con Secundino Castillo una liga que equivocadamente denominamos Federación de Futbol de Jóvenes Españoles, que fue un verdadero éxito. En el Banco de México nos prestaban unos campos de tierra ubicados entonces del otro lado de la Secretaría de la Defensa. Nuestro grupo familiar había formado desde antes el equipo Madrid, que fue fundador de la federación.

Duramos varios años y cuando, por razones que no sabría explicar, dejamos de funcionar, me invitaron a participar en la formación de la Asociación de Futbol del Distrito Federal, en la que fui prosecretario y secretario durante varios años. La ventaja era que con mi credencial entraba gratis a los partidos que entonces se jugaban en los campos Asturias y Necaxa. Asistía con frecuencia, sobre todo a los juegos nocturnos, porque los domingos los dedicaba a jugar con mi equipo.
Jugué en varios puestos: centro delantero, ala izquierda, medio, defensa y, sobre todo, portero: confieso sin modestia que no lo hacía nada mal. Lo que no podía era dominar la pelota, función que correspondía principalmente a los medios centros y a los interiores, en una formación de cinco delanteros, tres medios, dos defensas y el portero. Eran formaciones para golear o ser goleados.

Me fascinaba ir a ver jugar al España, sin que importaran las ideologías, y sobre todo al combinado España-Asturias, con los mejores jugadores españoles venidos a México. Entre ellos Blasco, Villar, Aedo, Fernando García, Emilín, Iraragorri y Lángara.

En mi vida de conscripto el futbol fue parte esencial, como ya lo he contado, y en los años siguientes, con el Madrid, retábamos a todo el mundo. No nos iba tan mal.

Leí en Proceso, en una excelente entrevista a nuestro entrenador nacional Javier Aguirre, que en algún momento un grupo de jugadores quisieron constituir un sindicato. Yo fui el encargado de los trámites jurídicos. Pero tropezamos con un obstáculo: el miedo al despido en una profesión que no da para muchos años. Javier era de los más decididos, pero no fue suficiente. No sé si sigue la regla, pero había temor de que ante un conflicto laboral la FIFA cancelara la licencia a los jugadores. ¡Una verdadera vergüenza! que demostró su eficacia.

Aún no se incorporaba a la Ley Federal del Trabajo el capítulo de los deportistas profesionales.

Desde mañana veré los juegos que pueda. Me temo que no serán muchos. Confío en Javier y en el equipo. Adelantaría, con cierto optimismo, un triunfo apretado contra Sudáfrica, derrota frente a Francia y quién sabe contra Uruguay. Pero es un quién sabe más optimista que realista. A ver qué pasa.

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