miércoles, 17 de marzo de 2010

Viven activistas y familiares de víctimas en Juárez entre el dolor y el miedo

'Esperamos la muerte por la ventana'

Daniela Rea y Silvia Garduño


Ciudad de México (16 marzo 2010).- Activistas y familiares de jóvenes asesinados, desaparecidos o detenidos en acciones contra el narcotráfico cuentan a REFORMA los motivos para exigir justicia y un alto a la impunidad en ese Municipios azotado por la ola de violencia.
Defienden a víctimas de militares
El teléfono celular que le dio el Gobierno de Chihuahua con algunos números para comunicarse con la Policía, en caso de sentirse en riesgo, hace dudar a Cipriana Jurado, defensora de derechos humanos en Ciudad Juárez.
"El famoso celular no funciona"
La Policía Federal está haciendo algunos rondines por mi casa. ¿Cómo es posible, si estos federales, encapuchados, fueron y nos golpearon en la reunión que hubo con Calderón, entonces cómo al mismo tiempo utilizan a esa Policía para dar medidas cautelares a derechohumanistas?", cuestiona.
Cipriana, quien dirige el Centro de Investigación y Solidaridad Obrera, padeció en enero la muerte de su compañera Josefina Reyes. Ahora se encuentra en riesgo de perder la vida. Por años se ha dedicado a denunciar el feminicidio y actualmente defiende a las víctimas de la lucha contra el narcotráfico en Juárez.
"Hoy la lucha ya es por el derecho a la vida, el derecho a la vida que tienen los jóvenes, los estudiantes, las mujeres.
"Antes criminalizaron a las mujeres en el feminicidio al decirles que eran putas, que se iban a trabajar a los prostíbulos después de la maquila, ahora los estudiantes que están matando son pandilleros o están involucrados en el narcotráfico", reclama.
Su organización ha documentado cientos de casos de violaciones a derechos humanos cometidos por el Ejército, las mismas que el Presidente Felipe Calderón no ha reconocido. Por eso le pide al Mandatario que renuncie.
"Él es el responsable de lo que está pasando en Ciudad Juárez al declararle la guerra al narcotráfico y sin tener un plan real de seguridad pública. Sacó al Ejército a asesinar gente, lo sacó sin ningún control.
"Él tiene que ver a las familias que tienen ese sufrimiento, esa angustia de no encontrar a sus hijos. O de estar velando a sus hijos muertos".
Temen tortura y muerte
Gloria Zúñiga ha mandado estampar en una playera las fotografías de sus hijos Carlos y José Luis, desaparecidos por el Ejército hace un año cuatro meses en Ciudad Juárez, Chihuahua.
"Ellos están guapos, salieron al padre", dice Gloria extendiendo la camiseta gris –que le ha quedado un tanto ajustada- para mostrar los rostros de sus hijos.
A Carlos y José Luis, entonces de 28 y 29 años, se los llevaron los militares el 14 de noviembre de 2008, antes del mediodía. Gloria y su esposo, Javier Guzmán, estaban en Estados Unidos al momento de la detención. Fueron sus vecinos, habitantes de la colonia Independencia II, quienes los pusieron al tanto. Desde entonces no hemos dejado de buscarlos.
Su esposo trató de averiguar el paradero de sus hijos en el cuartel del 20 Regimiento de Caballería Motorizada en Ciudad Juárez, donde ni le permitieron entrar ni le proporcionaron información.
Gloria, quien dice estuvo a punto de suicidarse por la desaparición de sus hijos, está segura de que los militares los torturaron hasta matarlos.
"Algo querían saber los militares que ellos no sabían. Tanta fue la tortura que los mataron. Yo pienso eso, porque un año cuatro meses y con la demanda que les metimos, más que suficiente para que mis hijos hubieran aparecido.
"Si anduvieran mal mis hijos en aquel entonces, llévenlos a la PGR, al Cereso, con quien corresponda. No desaparecerlos, no es el procedimiento. Yo le suplico al Presidente o a quien me oiga de los soldados que por favor ya no sean malos. Que me entreguen a mis hijos. Un año cuatro meses con esta tortura de no saber de ellos es más que suficiente".
Al Gobierno del Presidente Felipe Calderón ya no le reclama que haya matado a sus hijos. Sólo le pide que se los regrese.
"Pedimos que así como portan su uniforme con orgullo como soldados de la nación, así con orgullo den la cara y nos entreguen a nuestros hijos. O cuando menos, si no quieren dar la cara, que nos los avienten a la calle para que alguien los recoja y poder nosotros enterrarlos".
'¿Y usted qué sabe?'
La mañana que Brenda desapareció, había salido de casa a buscar trabajo. Tenía 30 días de haber dado a luz a su hijo Kevin y necesitaba dinero para la leche.
"Salió en busca de trabajo y ya no supimos nada de ella. Se desesperó porque no tenía leche para la criatura y salió a buscar trabajo", relata Bertha García, su madre.
Desde ese 6 de enero del 2009, los días de Bertha, una señora menudita con su cabello peinado en una larga trenza, son iguales: levantarse, dar de almorzar a sus otros dos niños y salir a buscar pistas sobre la desaparición de su hija.
Siempre hace parada en la oficina de Averiguaciones Previas para preguntar si hay avance de algo. Todos los recorridos los hace acompañado de su nieto Kevin, el pequeño de Brenda.
"Pero siempre me dicen que qué llevo yo. Siempre me preguntan '¿y usted qué sabe?' Y luego hago actividades como pegar volantes, andar preguntando, voy a la ruta que ella tomaba, pero nada, no se sabe nada", lamenta.
Son pocas las pistas que tienen sobre la joven. No saben si Brenda llegó al centro o se perdió en el camino, si está sola o con más jóvenes, si permanece en Ciudad Juárez o fue sacada de la región. El desprecio de la autoridad es evidente, sostiene Bertha, cuando le dicen que deje de buscarla, que seguro se fue con algún novio.
Una esperanza sobre el paradero de Brenda se la dio Yahir Eduardo, de 6 años.
"Dijo que la había soñado. Dice mi bebé que (con ella) están otras de las que están perdidas. Soñó que la tenían en una cárcel, dice que mira a las otras niñas pero a los que la tienen sólo les mira los puros ojos". Cada noche, antes de dormir, los hermanos de Brenda, Yahir y Jesús, él de 4 años, oran para platicar con ella.
Bertha no está preparada si llegara una noticia con la muerte de su hija. Aún no. Ella es demasiado joven y su bebé, ahora de un año y tres meses, demasiado pequeño.
"Yo sé que va a regresar viva. Sé que está viva y que va a regresar, pero no sé cuando. Sé que Dios me la va a regresar".
Lamentan abandono y desilusión
Patricia Dávila no puede esconder el coraje que siente por la masacre de seis jóvenes en Ciudad Juárez, unos 40 días después de que sus sobrinos murieron de la misma forma.
La noticia de los jóvenes ejecutados mientras velaban a un compañero de 18 años significa el abandono por parte de un Gobierno que se comprometió a hacer justicia por la muerte de sus sobrinos Marcos y José Luis.
"Ya no tenemos ilusiones ni esperanzas con él (Felipe Calderón) de nada. Nos sentimos solos, nos sentimos abandonados", dice con el rostro agotado.
Cuando el Presidente fue a Ciudad Juárez el pasado 11 de febrero prometió a los deudos que las cosas iban a cambiar. Pero las ejecuciones recientes aumentan el dolor de Patricia y Luz María Dávila, madre de Marcos y José Luis.
"Al Gobierno le ha resultado más fácil una bala que una escuela y han acabado con muchos jóvenes estudiantes inocentes".
Al dolor de la muerte de los jóvenes se suma el desprecio que el Gobierno mostró al llamarlos delincuentes y el abandono que sufren por la falta de justicia.
"Tenemos mucho miedo porque levantamos la voz y para ellos no es fácil escucharnos y vernos. Tenemos miedo de que nos pueda pasar algo, pero de todos modos aquí estamos", dice Patricia.
En medio de esa tristeza, las hermanas decidieron hablar para exigir justicia, en lugar de lamentar la muerte y esconderse por el miedo.
"El dolor que nos agobia fue lo que nos hizo hablar y buscar justicia y paz en Juárez porque no se vale, no se vale que la gente se quede callada por miedo, es el momento de que actuemos, levantemos la voz y nos unamos todos", clama Patricia.
Alza la voz, con miedo
El miedo no los puede callar. Aunque los detengan. Aunque los acusen. Por eso Guadalupe Meléndez está aquí y allá, marchando, protestando, exigiendo: "Liberen a mi hijo".
Israel Arzate Meléndez, de 24 años, está detenido y es acusado de participar en la masacre de 17 jóvenes en la colonia Villas de Salvárcar, el pasado 30 de enero.
"Sí, sí tenemos miedo", dice la mujer que lo mismo marcha en Ciudad Juárez, que protesta ante diputados en la Ciudad de México. Es miedo de los malos y miedo del gobierno, agrega.
"Ni aunque nos encerremos con rejas y todo, no se van a detener. Nada más estamos por la ventana esperando la muerte o esperando que nos levanten y nos lleven", sostiene.
Su hijo Israel, un joven comerciante y padre de un niño de 7 años, fue detenido por la Policía Militar el 3 de febrero cuando cerraba su negocio porque presuntamente estaba en poder de una camioneta que había sido utilizada el día de la masacre.
La familia no supo de la detención hasta cuatro días después, cuando lo vieron en la televisión acusado por la Procuraduría del Estado.
Aún con el miedo de que sean reprimidos por su protesta, Guadalupe ha decidido levantar la voz por Israel, por los jóvenes masacrados, detenidos, torturados en todo el País.
"Si estamos allá, corremos riesgo; si nos quedamos calladas, corremos riesgo; si hablamos, corremos riesgo. Pues al menos que nuestra lucha sirva para que cambie Juárez, Michoacán, Tamaulipas".
La visita de Calderón el pasado 11 de febrero, en la que prometió justicia a las madres de los jóvenes masacrados, derivó en la detención del joven, quien fue torturado con golpes y amenazas para que aceptara el crimen que, asegura Guadalupe, no cometió.
Por eso Guadalupe no cree en el Presidente.
"Sinceramente ni atención le pongo a este señor. Para mí no tiene importancia esto que dice o no dice, promete o no promete. No me interesa. Sólo le exijo que se ponga a trabajar, si no pueden que se salgan y que le dejen el puesto a quien de veras se interesa por el pueblo".
Revelan presión a activista
Donde detectaba injusticias, Josefina alzaba la voz. Convencía a la gente y encaraba a las autoridades. Con esa determinación logró que encarcelaran al autor de dos feminicidios en la década de los 90 y evitó que una empresa estadounidense instalara un tiradero nuclear en Sierra Blanca.
Así recuerda Marisela Reyes a su hermana Josefina, defensora de derechos humanos en Ciudad Juárez que fue asesinada hace dos meses.
"Mi hermana era trabajadora de maquiladora de toda la vida. Era madre soltera de cuatro hijos. Los sacó adelante y aún así se daba el tiempo para los derechos humanos.
"Ella le entraba. Y nosotros como hermanos éramos más temerosos. Pero ella siempre decía 'Vamos, esto es justo. No vamos a esperar hasta que nos pase a nosotros. Vamos a luchar y a salir adelante'. Era una persona justa. No se quedaba callada.
"Yo creo que no somos ni el 10 por ciento de lo que era ella. Era la de los huevos bien puestos", cuenta Marisela.
Josefina comenzó defendiendo los derechos laborales de los trabajadores en las maquiladoras y los derechos de las mujeres. A partir de 2006 comenzó a denunciar los abusos del Ejército.
En 2008 le mataron a uno de sus hijos. El 3 de enero de 2010, Josefina fue acribillada por un grupo de hombres cuando se detuvo a comprar barbacoa sobre la carretera.
"Ella se metió mucho con lo de los abusos militares. Se peleó con ellos. (Los militares) Entraban a su casa, hacían un esculcadero tremendo estuviera o no estuviera ahí. Le robaron hasta la despensa de su refrigerador. La malmodearon, le gritaron y aún así ella seguía. Fue tanta la presión que ella se tuvo que salir de donde vivíamos", platica Marisela.
Todavía no hay responsables, por lo que Marisela exhorta a las autoridades a investigar el crimen de su hermana.
"Aquí los culpables es todo el Gobierno, que no hace su trabajo. Hasta que el Gobierno no investigue y me presente al asesino de mi hermana, yo voy a dudar de todo el mundo", sostiene.
"Tenemos gente que tiene la posibilidad de hacer las investigaciones bien. Que se pongan a trabajar, que no nos anden con más mentiras".
Reforma16/03/2010

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