miércoles, 22 de abril de 2009

Señalan trato denigrante en el Altiplano a Ignacio del Valle, Héctor Galindo y Felipe Álvarez

*Integrantes de la comisión por la justicia en Atenco libran vía crucis y logran ver a presos

Blanche Petrich
Enviada/La Jornada

Almoloya de Juárez, Méx., 21 de abril. Los tres presos políticos de Atenco recluidos en el penal de máxima seguridad del Altiplano, Ignacio del Valle, Héctor Galindo y Felipe Álvarez, “no tienen por qué estar ahí; no hay ningún motivo, ninguna razón legal para tenerlos en este lugar”, declararon los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera, y el dominico fray Miguel Concha a su salida del reclusorio, ayer por la tarde.

En su segundo intento en un mes, los tres sacerdotes lograron al fin ingresar al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) de este municipio. A su salida, luego de permanecer más de ocho horas en el interior, hicieron “un fuerte llamado” al poder estatal y federal para que antes del 4 de mayo los tres reos sean trasladados a penales estatales cercanos a sus domicilios, como lo establece la Constitución. “El Ministerio Público nunca ha acreditado la supuesta peligrosidad que justificaría su reclusión en máxima seguridad”.

Los tres visitantes, acompañados por el diputado federal perredista José Antonio Almazán, pudieron conversar cerca de una hora con los presos de Atenco, aunque en sesiones por separado. El tatik Samuel Ruiz, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, describió así la condición de los detenidos: “los encontramos con una libertad interna muy grande, con un reforzamiento en sus convicciones y una claridad de lo que se ha llevado a cabo”.

Miguel Concha, director del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, lo ratificó: “nos maravilló su entereza moral. Ellos quieren seguir luchando en forma pacífica, como siempre lo han hecho. No son hombres violentos. Ellos están convencidos de su lucha por los derechos de la gente a la que las autoridades no reconoce sus derechos y necesidades”.

“Islas de ilegalidad”

A su vez, el obispo de Saltillo, Raúl Vera, reconoció ante el puñado de periodistas que habían soportado el sol, la lluvia y las tolvaneras durante cinco horas frente a la primera aduana del penal, que se encontraba impactado por la experiencia: “después de haber entrado y salido de un Cefereso de máxima seguridad, no puedo dejar de preguntarme: ¿cómo le hizo El Chapo Guzmán para evadirse de Puente Grande?” Añadió: “es absurdo que tengamos este tipo de islas de ilegalidad en el país. Da la impresión de que nos estamos encaminando a un Estado totalitario”.

Y es que, según relataron, desde el momento en el que pasaron la primera aduana del penal pasó una hora y media antes de lograr su objetivo. “Los controles son inauditos”, relató Concha. “Pasamos 10 filtros. Tuvimos que identificarnos en ocasiones reiteradas. Tuvimos que quitarnos nuestras prendas de vestir. Y nos analizaron para detectar si habíamos consumido alguna droga”.

Los presos, a su vez, recorrieron obstáculos similares durante dos horas para acceder al sitio donde se encontraron con los visitantes.

Galindo, Álvarez y Del Valle fueron detenidos hace tres años durante la represión en San Salvador Atenco y Texcoco. Fueron acusados por el gobierno del estado de México de “secuestro equiparado”. Los dos primeros fueron sentenciados a 67 años de cárcel. A Del Valle se le sumó una condena más por 45 años, lo que le significaría más de un siglo de castigo.

Como parte de la campaña Libertad y Justicia para Atenco, hace exactamente un mes los dos obispos y fray Miguel Concha intentaron realizar la visita, pero las autoridades carcelarias del Altiplano no lo permitieron. Esta vez se recurrió a la Secretaría de Gobernación para solicitar una nueva autorización.

El primero que entró a conversar con los sacerdotes fue Héctor Galindo, egresado de derecho de la UNAM, a quien desde octubre las autoridades carcelarias le suspendieron el derecho a tener visitas. Se argumenta que su madre adoptiva, Rosa Nelly Urrutia, y su hermana deben “acreditar el parentesco” para poder entrar a verlo.

“Estamos tomando cartas en el asunto para solucionar esto. A Héctor le interesa luchar por este derecho, pero no sólo para él mismo, sino para muchos otros presos que están como él”, relató Concha.

Con Del Valle y Felipe Álvarez también se logró una conversación “a fondo y muy distendida”. Los dos estaban muy emocionados, y don Samuel Ruiz también, pues ya se conocían. En 1997, a raíz de la masacre de Acteal, los dos habían ido a Chiapas a llevar ayuda solidaria de parte de los atenquenses.

En la rueda de prensa los religiosos describieron las condiciones del penal: “permanecen en una celda reducida 23 horas al día con una luz permanentemente encendida a un metro de la cama donde descansan. Disponen de tres a cinco minutos para comer sus alimentos y tiempo similar para ducharse. Son sometidos a revisiones denigrantes. Se les prohíbe el ingreso de libros, ropa de abrigo y enseres de aseo personal”. Además, añadió Miguel Concha, conviven con secuestradores y criminales peligrosos, como El Mochaorejas.

Como los libros que reciben deben ser manuscritos, un maestro de escuela, Javier Hernández, y sus alumnos copiaron a mano El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, y lo enviaron a los presos de Atenco. Nacho del Valle acusó recibo del envío con otra carta en la que dice: “en esos días el frío calaba hasta los huesos, pero yo me hundí en el calor de tantos abrazos, me hundí en la lectura y abrí mis alas para levantar el vuelo”.

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