domingo, 19 de abril de 2009

El último de los mandatarios del PRI, Ernesto Zedillo, donó a Vicente Fox más de 24 millones de pesos en un fideicomiso privado, fondos cuyo destino se desconoce hasta ahora. En una replica casi de espejo, Felipe Calderón tuvo a su disposición 130 millones de pesos. Los hechos son exhibidos en La corrupción azul, trabajo de investigación con el cual su autor, Daniel Lizárraga, reportero de Proceso, ganó el Premio Debate organizado por Random House Mondadori. Con la autorización de esta casa editorial, reproducimos aquí partes del libro

Daniel Lizárraga

MÉXICO, DF.- El general Jesús Castillo chasqueó la lengua tras sorber una copa recién servida por alguno de los meseros del Oxo Tower Restaurant, uno de los sitios más afamados en Londres cuando se quiere celebrar algo especial. Sin embargo, este militar de rasgos indígenas con un mechón blanco en el negro copete estaba absolutamente solo. Nadie compartió con él la botella de vino tinto que seleccionó entre las más de 300 marcas existentes en ese sitio. La noche de ese sábado 28 de enero de 2007, desde su mesa, a través de un ventanal de 360 grados, pudo deleitarse con una vista inigualable del mítico río Támesis. Este restaurante fue construido en el octavo piso de un edificio que data de finales del siglo XIX, aún en la época victoriana, justo cuando transcurrieron algunas de las historias del detective más famoso del mundo, Sherlock Holmes.

Apenas un par de meses atrás "el 30 de noviembre de 2006" Felipe Calderón lo había nombrado jefe del Estado Mayor Presidencial, uno de los puestos más altos que puede alcanzarse dentro de la carrera de las armas en México. El anuncio se hizo ya por la noche de ese día, cuando podían contarse con los dedos de las manos las horas que faltaban para saber si el presidente electo rendiría protesta ante el Congreso de la Unión, superando las amenazas de no dejarlo pasar lanzadas por los legisladores fieles al líder opositor Andrés Manuel López Obrador .

Pero la incertidumbre sólo existió en las redacciones de los diarios o en la cabeza de los que exigieron el voto por voto tras las disputadas elecciones. El general de brigada diplomado del Estado Mayor Jesús Castillo no tenía dudas.

Durante semanas, a lo largo del período de transición gubernamental, junto con los jefes de inteligencia militar diseñó un operativo quirúrgico que logró meter y sacar a Felipe Calderón de San Lázaro sin que le tocaran un ojal, ni siquiera una uña de la mano derecha en la que luce la sortija matrimonial.

Jesús Castillo cumplía entonces con su primera gira de trabajo por Europa acompañando a Felipe Calderón.

El sueldo de JC "como le llaman sus subalternos" es como una carta sin abrir dentro del sistema de transparencia, ya que los miembros del Estado Mayor no figuran en la nómina de Los Pinos ni tampoco aparecen en la información pública difundida por la Secretaría de la Defensa Nacional. Estos oficiales son como una burbuja dentro de las Fuerzas Armadas. El investigador universitario José Luis Piñeiro los ha definido como "militares de terciopelo".

A diferencia de sus antecesores, JC, un militar al que no se le dan las relaciones públicas, jamás se acerca a los secretarios. Nunca sonríe en público, al menos en las horas de trabajo. Se mantiene aislado, siempre hablando por teléfono, en su mundo. Tenso. Los escoltas de Calderón reciben sus instrucciones por medio del chícharo metido en sus oídos. Desconfía de todos. De un día para otro mandó retirar el estrado de los ventanales del salón Adolfo López Mateos.

Vigilancia Millonaria

La mañana del viernes 22 de septiembre de 2006, mientras el aún mandatario Vicente Fox estaba de gira por Sonora y Calderón desahogaba una agenda privada, en la Secretaría de Hacienda recibieron un oficio enviado por la Presidencia para que liberaran 20 millones de pesos que serían entregados al Estado Mayor.

La Cámara de Diputados ya había aprobado antes un fondo de 150 millones para la transición. Ahora se trataba de entregar el dinero etiquetado para los militares. La Cámara de Diputados aceptó entregar 20 millones de pesos más al Estado Mayor para que los utilizara sólo durante el periodo de transición, aun cuando ya le habían inyectado un presupuesto de 470 millones para que cumpliera con sus tareas durante todo 2006. Según su reglamento interno, bastaba con una orden de Vicente Fox para que el Estado Mayor protegiera a cualquier persona.

La Auditoría Superior de la Federación no incluyó a los militares en sus revisiones de la cuenta pública de 2006. A los legisladores nunca se les ocurrió pedir cuentas de lo que ellos mismos consintieron.

En 63 días, Jesús Castillo y los hombres bajo su mando derrocharon 91% de esos 20 millones de pesos. El día que Calderón logró rendir protesta ante el Congreso de la Unión, al Estado Mayor le restaban sólo un millón 605 mil 630 pesos con 2 centavos. No tuvieron topes ni techos en sus gastos.

Si resulta difícil encontrar algún país en el que se otorgue una bolsa de recursos públicos para el ganador de las elecciones, como si se tratase de la herencia del príncipe que va al trono, resulta prácticamente imposible ubicar, aun entre las naciones más poderosas, que se destine una partida especial para que una élite militar cuide al presidente electo.

En México, dos años antes, el Estado Mayor gastó casi por completo 20 millones de pesos "poco más de 2 millones de dólares al tipo de cambio de 2006" sólo para organizar giras, así como para cuidar las espaldas de Calderón.

Cuentas Borrosas

A Calderón, a su estrecho círculo de colaboradores, a los invitados especiales y a los jefes militares les prepararon frecuentemente lomo esmedragal, una de las especialidades del restaurante El Lago, en cuyas mesas lo sirven acompañado de papas al vapor, col morada y salsa de queso cotija. Este sitio lo frecuentan los industriales y los ejecutivos. La diferencia es que mientras ellos pagaron con su billetera, el Estado Mayor utilizó recursos públicos.

Vallas en el centro histórico de Morelia. Vallas alrededor del principal cuartel de guerra calderonista. Calles cercadas alrededor del hotel Sheraton en la Ciudad de México. Guardias. Casquetes cortos. Vallas que llegan casi al pecho. Vallas que llegan a la cintura. Pines en las solapas con el escudo del Estado Mayor. Escoltas de casi dos metros. Detectores de metales. Revisiones. Seguridad. Calderón entre algodones.

Nueva Imagen, una empresa ubicada en el barrio de Tláhuac, fue contratada por el Estado Mayor para que colocara 500 vallas metálicas "equivalentes a mil metros lineales" en torno a los lugares visitados por Felipe Calderón durante su viaje por Monterrey los días 29 y 30 de octubre de 2006. Eso apareció en la factura 2980 por la que pagaron 149 mil 500 pesos. El precio incluyó 30 mil pesos de mudanza.

Pero esa visita nunca existió.

El 29 de octubre fue domingo; el equipo de transición no tuvo actividades públicas. Al siguiente día, Felipe Calderón estuvo en su despacho de la Ciudad de México. Nunca estuvo en Monterrey. (APRO)

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