lunes, 12 de mayo de 2008

La era del hambre

Leonardo Boix

El Chatham House, un think tank británico al que recurren con frecuencia los hombres del poder, presentó recientemente un informe sobre el futuro alimentario que enfrentará el planeta. Su diagnóstico es pesimista: si no se frenan los precios de los alimentos, si no se discuten los temas de oferta y demanda, el porvenir será catastrófico...

LONDRES.- En los últimos tres años, los precios globales de los alimentos crecieron hasta en 83%, según reportes del Banco Mundial.

El organismo advierte: si esta tendencia continúa las consecuencias serán catastróficas para el planeta. Y explica que en los próximos años habrá hambrunas que golpearán a los pueblos más vulnerables.

A pesar de que los altos precios de estos productos no son inusuales en los mercados agrícolas, sí es alarmante que los incrementos se extiendan a los principales alimentos y materias primas, sostiene el organismo.

En septiembre de 2005, la Cumbre Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pidió “resolver el impacto de precios de materias primas volátil, así como apoyar los esfuerzos de países dependientes de dichas materias primas para reestructurar, diversificar y reforzar la competencia de esos sectores”.

Tres años más tarde, los precios del maíz, el arroz, la soja y el trigo alcanzaron su mayor nivel, lo mismo que el petróleo y el oro, cuya cotización es la más elevada en la historia contemporánea.
El Chatham House de Londres, el prestigioso think tank inglés en materia de estrategias políticas y de desarrollo que consultan con frecuencia los gobiernos de todo el mundo, publicó recientemente un informe en el que hace una evaluación de la crisis que se avecina.

Este documento –difundido el pasado 30 de abril bajo el título Aumento de precios de alimentos. Responsables e implicaciones para el desarrollo y firmado por Alex Evans, especialista del Centro de Cooperación Internacional de la New York University, donde preside el Programa sobre Cambio Climático y Bienes Públicos Globales– propone un debate profundo para lograr un desarrollo a nivel internacional y se pronuncia por cambios estructurales.

“Aunque a corto plazo la presión recaerá en la demanda, es imprescindible tener en cuenta factores ‘de escasez’ a largo plazo que afectarán la situación, como el cambio climático, la escasez de fuentes hídricas, la seguridad energética y la presión a la tierra”, detalla Evans.

De acuerdo al texto, la demanda es el principal factor que dispara los precios de los alimentos. Históricamente, el crecimiento de la demanda para los alimentos era de 1.5% anual; en el último año ese índice aumentó a 2%.

Otro elemento que destaca Evans es el rápido crecimiento económico, en particular el de las economías emergentes como las de China e India; así mismo, explica que ese crecimiento correspondería a 50% del factor que ha impulsado el aumento en los precios de los alimentos.

Subraya también que los mayores ingresos en las familias de clase media en la mayoría de los países conllevan una modificación de los patrones de consumo de alimentos, como las dietas basadas en carnes y lácteos.

Por lo que atañe al papel de los biocombustibles como fuente de demanda para los granos, el informe del Chatham House sostiene que “éstos han sido un elemento significativo” en la tendencia alcista de precios alimenticios. Estados Unidos, por ejemplo, ya destina alrededor de 7 mil millones de dólares anuales para apoyar los combustibles con etanol. Este tipo de combustible consume 20% de los granos de maíz de ese país, promedio que, se estima, aumentará a 32% para 2016, asienta el informe.

En Europa, la situación es igual de preocupante. La Unión Europea (UE) propone que para 2020 el 10% del transporte utilice biodiesel, un biocombustible sintético líquido que se obtiene a partir de lípidos naturales como aceites vegetales o grasas animales.

Las proyecciones del grupo de inversión Goldman Sachs, con sede en Nueva York, son todavía más dramáticas: la demanda de alimentos crecerá hasta 2.6% en una década. En ese sentido, el Banco Mundial informó el pasado 27 de marzo que la producción de alimentos deberá crecer otro 50% para 2030 (y 85% para la carne) para satisfacer la creciente demanda.

En ese sentido, el lunes 5 la ONU solicitó a Estados Unidos y a la UE reducir la producción de biocombustibles para no empeorar la crisis alimentaria mundial.

“Era comprensible en momentos en que los precios de los alimentos eran muchos más bajos y las reservas más grandes, pero no tiene sentido ahora que existe una escasez global de alimentos”, explicó Jeffrey Sachs, el economista estadunidense que asesora al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, después de discutir el tema en el Parlamento Europeo.

Escenarios críticos

Evans también considera en su investigación la oferta de alimentos. A corto plazo, dice, ésta responderá lentamente al incremento de la demanda. Y con respecto a la reducción de las exportaciones de países productores de alimentos como India, Argentina o Kazajstán, sostiene que este aspecto se vuelve problemático cuando los países importadores adquieren grandes volúmenes de alimentos para incrementar sus reservas en caso de escasez.

Otro elemento que destaca el think tank británico es la volatilidad de los precios actuales atribuidos a inversores especuladores que buscan garantías en los mercados de materias primas debido a un dólar débil y como consecuencia de las caídas de los mercados de bonos y de capitales accionarios (equity).

A corto plazo, afirma Evans, los problemas de precios de alimentos se resolverán gracias a que en el hemisferio norte se registró una buena cosecha de granos; pero a largo plazo, la escasez “se hará sentir de forma significativa”.

Y plantea un escenario pesimista: Un aumento prolongado de los precios del petróleo, sumado a sequías masivas provocadas por la falta de agua, el cambio climático y por problemas con las reservas energéticas “harán que en un futuro no muy lejano los países en desarrollo sufran una crisis sin precedentes por los precios de alimentos”.

Para el autor de Aumento de precios de alimentos. Responsables e implicaciones para el desarrollo, de todos los flagelos, el de la escasez de agua será “el de mayor preocupación”, ya que la demanda global del líquido se triplicó en los últimos 50 años.

En la actualidad, destaca, alrededor de 500 millones de personas viven en países con escasez crónica de agua. Y agrega que probablemente esta cifra aumente a 4 mil millones para 2050.

Según el informe, otro factor relevante en la ecuación de precios alimenticios es el fin de reservas acuíferas subterráneas sobreexplotadas en las últimas tres décadas por países como Estados Unidos, Egipto, Pakistán, India y China. Pero el “factor clave” será sin duda la disponibilidad de la tierra.

Ante un aumento desmesurado de la demanda de alimentos, arguye Evans, “se deberán cultivar nuevas tierras; en la actualidad las mejores superficies son cultivadas en forma extensiva, lo que resulta funesto para el medio ambiente del planeta”.

La Chatham House advierte también que el cambio climático incidirá de manera notable en el precio de los alimentos. Menciona, entre otros aspectos, el descongelamiento de glaciares y las sequías de extensas tierras arables, especialmente en China e India, donde miles de hectáreas dejaron de ser cultivables.

Si las temperaturas aumentan entre 1 y 3 grados centígrados, como pronosticó el 17 de noviembre pasado el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), “las implicaciones serán dramáticas en los precios de alimentos”, afirma el organismo británico.

Así mismo, afirma que el cambio climático incrementará el número de personas en peligro de morir por hambruna, y aumentará de 40 a 170 millones el número de desnutridos en el mundo.

Qué hacer

En su informe State of World Aquaculture de diciembre de 2006, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (Food and Agriculture Organization, FAO), dependiente de la ONU, sostiene que hay otro 12% de tierras disponibles que no han sido deforestadas o sujetas a la erosión o desmineralización. Del total de las tierras que pueden ser cultivadas, 16% están degradadas.

El organismo agrega que en 36 países la seguridad alimenticia es crítica; necesitarán de algún tipo de ayuda externa para que su población no padezca hambrunas y muertes masivas. De éstos, 21 se encuentran ubicados en África, aunque no todos están afectados de la misma forma, afirma el organismo.

El informe de Chatham House cita que mediante el Programa Mundial de Alimentación (PMA), la ONU proporciona ayuda a 73 millones de personas en 78 países. Su presupuesto para este año es de 2 mil 900 millones de dólares, que resulta insuficiente debido al aumento en los precios de alimentos. Si continúa esta tendencia, el programa precisará 500 millones de dólares para hacer frente al problema de desnutrición en países en desarrollo, menciona el documento elaborado por Evans.

El autor explica que frente al incremento en los precios de los alimentos, los países de la UE, así como China, Egipto, México, Perú y Rusia han optado por reducir o eliminar las tarifas de importación.

“Sin embargo, parte de esas reducciones se han visto afectadas o se han perdido por la imposición de tarifas de exportación adicionales o cuotas de otros países, algunos de estos productores de gran envergadura, como es el caso de Argentina (donde) las medidas para reducir los precios domésticos provocaron ya malestares sociales. Algo similar ocurrió en México, China, India, Kazajstán, Ucrania y Vietnam”, sostiene el informe.

Para el think tank, la cuestión crucial es “cómo incrementará el mundo la oferta de alimentos para satisfacer la enorme demanda”.

Y expone: “La comunidad internacional debe trabajar de lleno y rápidamente para determinar de dónde vendrá este incremento de demanda, tanto en términos geográficos como de nuevas técnicas agrícolas y de tecnologías.

“La comunidad internacional debe ayudar a los países más pobres para que éstos se beneficien de los altos precios de alimentos. En ese sentido, naciones como Canadá, Rusia, Ucrania, Brasil y Argentina, que son importantes exportadores de alimentos, deberían integrar a largo plazo a países de África donde en la actualidad la producción alimenticia sigue siendo mucho más baja que en otras regiones por falta de inversión, infraestructura, sistemas de transporte y tecnología.”

Lo anterior podrá lograrse mediante políticas de inversión y cooperación entre naciones cuyas desigualdades se están reduciendo por primera vez en las últimas décadas, precisa. Y asegura que entre 2003 y 2007 el Producto Interno Bruto (PIB) de los países del hemisferio sur creció más rápido que en los países en desarrollo, lo que es gratificante para América Latina y África.

En 1980, el PIB de países desarrollados era 23 veces mayor que en los países en desarrollo; para 2007 ese producto bajó a 18. “Este es un momento de enormes cambios para las políticas globales de alimentos, tanto en países en desarrollo como en los desarrollados. ¿Qué deberían lograr estas políticas? Antes que nada claridad en la naturaleza de las opciones que enfrenta la población mundial”, destaca Chatham House en su informe.

Más: “Hay beneficios importantes en los objetivos para las políticas de alimentos, entre éstos la competitividad para consumidores, la seguridad en la oferta, la conservación medioambiental y medidas para garantizar los cultivos locales. Es vital que los seguidores de las políticas desarrollistas se sumen a este debate y ayuden a delinear los objetivos para un sistema alimenticio viable para el siglo XXI que incluya a todos por igual.”

Sin embargo, advierte Evans: si las preguntas más difíciles sobre los objetivos generales para resolver la crisis de precios alimenticios son escondidas bajo la alfombra o no se responden de manera adecuada, “los más pobres del mundo serán mal representados en el debate”, incluso marginados.

Enemigo de lo que él llama “falsos debates”, exhorta a los grupos desarrollistas a buscar nuevas alianzas y mecanismos para el intercambio entre naciones: “En ese sentido –dice–, habrá que comenzar a utilizar el término de ‘democracia alimentaria’, en lugar de ‘seguridad alimentaria’. Un aspecto clave a la hora de pensar entre todos una salida a este problema que afectará a los (países) más débiles.”

Proceso12/05/2008

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